Today’s blog post comes to us from University of Arkansas Little Rock student & API blogger Christopher Davis. He’s studying abroad with us in Valparaiso, Chile! As part of his program, he’s blogging for us in English and Spanish. If you’d like to read the English version of this post, click here!
Cuidado: El siguiente blog contiene materia con niveles peligrosos de sinceridad–que pienso que, de todas formas, voy a arrepentirme de compartir. Lo siento API.
Bueno damas y caballeros, mi tiempo en este país está agotándose, yo mientras miro al futuro de regresar a los Estados Unidos y enfrentar un frío invierno sin ninguna nieve, quería poner un poquitito más de análisis de mi experiencia acá y compartir con ustedes que he aprendido. Estoy especialmente emocionado con esta publicación porque se involucran mis propias revelaciones de cómo he usado uno de mis favoritos pasatiempos, esto es bailar, como una muleta. ¿Listos? Yo no. Entonces vamos.
Durante las dos semanas pasadas, me encontré descifrando un de míos deseos para recibir atención. Una de las conclusiones claves con que me tropecé en el proceso es que muchas veces tengo la tendencia a no estar satisfecho con ser aceptado por otros. No no. Mucho mejor si estoy aceptado con honores. (Bueno, al menos en parte, creo que ese descontento se originó de estar acostumbrado a estar en posiciones de distinción durante la mayoría de mi niñez, pero esto no viene a caso).
Una consecuencia de esta compulsión por, al menos intentar capturar el asombro y elogio de otros es que me conduce a estar desconfiado de la amistad cuando no me siento que soy visto como particularmente notable.
Esta desconfianza me ocurrió, especialmente, mientras evalué mis amistades que empecé acá. Muchas muchas veces, en particular cuando miraba al término (el término acercándose) de mi estadía en Chile, me sentí que no todavía había construido amistades en ninguna forma: y, de hecho, sí. ¿Estaban “desarrollados”? No–pero ¿Qué importancia es el desarrollo con relaciones que llevan 3 meses (o menos)? Al menos, estaban progresando. Creciendo. Sin embargo, yo no podría, o mejor no quería, ver ninguno de estos progresos porque requeriría, por extensión, que hecho la necesidad de verme como notable para considerarme en una relación interpersonal satisfactoria. Significa que mis amistades tenían que operar bajo los pensamientos que o logro todo el elogio (e inclusión a excursiones) que mi corazoncito pueda tomar o no tengo nada.
Otra consecuencia de esta marca de fatalismo es que, por constantemente concentrarme en intentar ser notable, no me dejaba desarrollar en ciertos situaciones sociales, aunque pensaba que intentaba, con sinceridad, crecer. Cuando me sentía incómodo, recordé el consejo (parafraseado) de la directora de la oficina de estudios en el extranjero de mi universidad: es bueno si un estudiante está afuera de su elemento porque es así se encuentra las experiencias mágicas.
Recordando ésta sabiduría, intenté aguantar las situaciones incómodas en que me encontraba, pero internamente, no me dejaba estar presente en la experiencia (en tal caso, me daba premio por participación y nada más). Más bien, mi meta en tal momento era aprender todo lo posible para escapar de mi propia ignorancia tan rápido como fuera posible–me me frustré cada vez (y no logré ni más paz con mi mismo ni más progreso). Entre todo esto, me dí cuenta de fragmentos de mi mentalidad, e intenté corregirá, pero no totalmente me deshice de la mentalidad. Y después esta revelación, no todavía.
Las situaciones incómodas en que me encontraba ocurrieron específicamente y especialmente en bailes sociales. De hecho, el proceso de pensar en mi actitud (mi nerviosismo incesante entre otras cosas) durante esos bailes sirvió como el catalizador de las revelaciones previas y (ver cómo usaba bailar como una muleta) Cuando llegué en Chile, tenía una experiencia limitada con baile. Hace cinco años, empecé a invertir tiempo de verdad en practicar un estilo de baile que se llama “animación” (aquí es un ejemplo del estilo, si no lo conoces). También empecé aprender los pasos muy básicos de bailes latinos en un salsoteca se llama Club 27 la que estaba cerca de mi universidad. En las pocas ocasiones que asistí, no fue lo más fácil prepararme mentalmente para pedir a alguien bailar, pero sobreviví.
En el caso de animación, no soy perfecto en este estilo, pero me puse mucho más confidente y cómodo con bailar en frente de más que un espejo.
Recordando como comencé, puedo identificar como mi tendencia a querer atención se mostró. Por ejemplo, estar demasiado nerviosos para bailar en público, muchas veces, bailaba en mi pieza, imitando vídeos en YouTube, al medio de la noche, imaginarme bailando en frente de gente e impresionar audiencias (lo que pueda ser una reunión pequeña de mis compañeros o un show de porristas en mi colegio).
En Chile, empecé zambullirme un poco más en asistir a salsotecas y clases de bachata y salsa. Siempre estaba consciente intensamente de mi falta en habilidad. No es que era un “secreto”: me se perdió en el medio de vueltas. Me se perdió solo caminar…
Y religiosamente, cuando la noche termina, llegué a la casa de mi mamá chilena, fui directamente al patio atrás, puse a todo volumen “mi estilo” de músic en mis audífonos, y recurrí a imaginarme en frente de audiencias mostrando que tengo algún conocimiento de bailar (Es que ahora, esas audiencias estaban actualizadas con los bailarines nuevos los que conocí). No me escapó que esta presentación interna era escapismo enredado con mi orgullo, pero aunque lo ví la naturaleza de mis imaginaciones claramente (y hasta me doy un poco crédito de mi esfuerzo eventual para parar), aún luchaba con el mismo nerviosismo e incomodidad.
Cada vez que asistí una salsoteca, me sentí avergonzado y guardaba un celosia persistente y complejo de inferioridad hacia todos que llevaban más experiencia que yo. Este celo se manifestó como una desconfianza en mis amistades. La idea que se ven mis tropiezos (hecho algo como mi habilidad de baile no es el cuestión más importante del mundo) y se me acepta ¡me hace sentir vergüenza! Es mucho más cómodo si pudiera controlar la percepción de otros sobre yo (o al menos siente cómodo creer que puedo controlar esa percepción) y cultivar la imagen bonita que quiera. Baile era una herramienta para hacer eso. El problema es que, en el caso de bachata y salsa, el baile no me sirve.
Entonces, ¿que me queda? Incansable nerviosismo. Sin embargo, no quería permanecer en tal nerviosismo y tener miedo de bailar. Por eso, empecé el proceso de descifrar mi ansiedad para que la termine.
Empecé con la base simple y casi cliché: bailar es sobre autoexpresión y, lo que es más, bailar es sobre diversión. Entonces, cuando estaba nervioso en las salsotecas y descansarme (de hecho dilatar bailar). Me diría que debo tranquilizarme y “solo divertirte”. Con toda sinceridad, no siempre funciona para quitar mi ansiedad, pero me día una muestrita de paz a vez en cuando. Entonces, continué dandome este consejo e investigué al fondo mi cuestión.
Mientras continuaba investigando, me dí cuenta que estaba nervioso como si la recepción de mi desempeño de baile tendría un impacto permanente e irrevocable en “mí”. Mi recepción, mi reputación a los ojos de mi pareja actual y todos en la cuadra y me caiga a la peor humillación, deshonra y disgusto.
Con todo…eso, naturalmente, es inevitable la pregunta: ¿Es, de hecho, tan grave? La respuesta, claro, es no, pero después de reconocer que el impacto de mi desempeño no tendría, o no debería tener, en la percepción de otros no es de tal importancia que debo hacer un gran esfuerzo en pánico para “preservar mi reputación”, que me queda es mi problema verdadero es precisamente el miedo que proviene de no poder controlar la percepción de otros sobre mi mismo. Identificar el problema me ayudó.
Es más, me ayudó mucho aceptar la noción que no tengo que ser habilidoso en bailar (o suficiente habilidoso para pensar que puedo controlar si otros me alaban) para disfrutarlo. Esa presión me pongo en mi mismo, pero es presión para controlar algo que no puedo. Sin embargo, sí yo puedo controlar las expectativas que cree para mi desempeño y para los resultados de reuniones con otros. Puedo empezar con no creer que con un baile mal estoy corriendo el riesgo de sufrir una “muerte” social, por decirlo así (uso “muerte” para subrayar el sentido interno que un baile apagado mancharía mi presencia social para siempre).
Asimismo, exhibirme en frente de mis audiencias imaginarias no logrará mi “vida” social. Mis presentaciones eran escapes para lamerse las heridas a mi orgullo. Además heridas que me dí a mi mismo. No obstante, aún tengo que luchar con el encanto de esas “exhibiciones” de la noche. Como ya mencioné, la revelaciones me mostraron la manera que busco escapes, pero aún tengo que hacer un esfuerzo deliberado para que no me entregue mis golpes a control. A veces no demuestro esta autodisciplina.
Por lo menos, por el hecho de ver mi tendencia para obsesionarme con los impactos “permanentes” de mis presentaciones impresionantes (o no impresionantes), tengo un lenguaje interno que me permite no bailar algo de alto riesgo. También, por aceptar que no puedo controlar dónde comienza en salsa y bachata, puedo mejor realinear mi actitud mientras bailo para que (1) estar presente en el proceso de mejorarme (2) y mejor aún, disfrute a veces. También,considerar mi tendencia a controlar, al menos, desencadenó un desafío con mi descontento con la velocidad de desarrollo de los enlaces que empecé acá, y me abrió a reevaluar mis perspectivas y cambiarlas.
En resumen, veo el trabajo que tengo que cumplir, pero justo lo empecé. Entonces, aunque las actitudes no se fueran totalmente, me dí cuenta que de vez en cuando puedo dejar la presión que pongo en mí mismo y dejarme experimentar un destello de paz cuando pase un rato con otros. Además de sentirme menos tenso cuando este con otras personas, puedo ver que me pongo un poco más cómodo con la idea que tengo inhabilidad y que no soy siempre perfectamente impresionante como quería. Pienso que eso es un buen comienzo.